Todavía estábamos lejos y, lo primero que vimos en el horizonte fue un gran campanario que ya nos sirvió de guía para llegar a la ciudad, pero nuestra estrella de Burdeos tenía que esperar a que la contemplásemos a mañana, antes teníamos que "descansar" en el lago de los mosquitos, tan lejos de la torre. Esa noche nos dimos una vuelta por los alrededores y vi desde el carril bici, a pie de carretera, uno de los atardeces más espectaculares que recuerdo. A la mañana siguiente dejamos el camping para no volver a pisarlo jamás, rumbo a la gran torre.
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La Fléche Saint Michel desde el pont de pierre. |
La volvimos a ver enseguida, sobresalía a todo, después de aparcar en la zona nueva de la ciudad, al otro lado del río, fuimos a la oficina de turismo.
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La Basilique de Saint Michel, con su enorme Campanario: La Fléche. |
El recorrido sugerido se hacía con un paseo agradable, la plaza de les Quinconces, el monumento aux Girondins, la Catedral y la torre de Pêy-Berland. Pero no era la Torre, era una imitación y, ¿dónde estaba la Flecha? la habían escondido, se convirtió en la búsqueda del tesoro, cambiaban las calles, se afeaban los edificios, las gentes y sus colores, empezaban a aflorar comercios que no vendían souvenirs, y de repente, en la plaza más auténtica de la ciudad, un campanario pintorrejeado de graffitis hizo su aparición.
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La Fléche de Burdeos vista desde la Place de la Bourse. |
Fue impactante por la degradación del barrio, muy cerca estaba una de las mansiones más imponentes convertida a casa de citas y ahora abandonada y con una gasolinera como vecina más próxima. El lujo de antaño convertido en vergüenza.
Han caído imperios, han caído ciudades, barrios, casas, aparecen otros que son distintos aunque parecidos y todo vuelve a empezar.
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