Descubriendo que no solo en la Alpujarra existen los tinaos, aquí nos encontramos con Alquézar otro reducto moro que según rezaba en una placa, antiguamente se podía cruzar el pueblo de punta a punta sin pasar por la calle de tinaos que tenía, no sé si tantos, lo cierto es que actualmente alguno les quedaba.
Es curioso el afán que tenían los moros por las zonas más inhóspitas de la geografía ibérica, o sería que solo ellos eran capaces de vivir bien en lugares que antes eran los dominios de las cabras.
El caso es que allí se encuentra este paraje desconocido más que escondido porque contempla la sierra desde lo alto de un cerro.
Hemos llegado a la Sierra de Guara, a un pueblo llamado Alquézar, enfocado por y para el turismo, todo el pueblo siguiendo un patrón, todo tiene coherencia, hasta las luces de las farolas alumbran sin agobiar.
Arriba queda la colegiata y sus peculiares guías, los más alquezranos del entorno, solo por ellos merece la pena la visita, pero es que además enseñan grandes tesoros, que han sabido conservar.
Aunque pensándolo bien, quizás la esencia resida en sus soportales y la verdadera riqueza la traiga para llevársela su río color turquesa.
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